Instalación odoro-comestible que activa la memoria por medio de la exposición olfativa a tierra húmeda. La pieza sintetiza el petricor: el olor que desprende la tierra cuando la lluvia cae en suelo seco. En el proceso, ciertas plantas exudan un aceite absorbido por rocas arcillosas, que al entrar en contacto con la lluvia, es liberado junto con el compuesto geosmina—subproducto metabólico de ciertas actinobacterias—, la fuente del distintivo olor.
En un cuarto oscuro que minimiza la estimulación del resto de los sentidos, un aparato de destilación por arrastre con vapor desdobla los hidrolatos del petricor, que al contacto con el aire, se impregnan en un gel capaz de solidificarse. A su lado, una bioimpresora produce esferas de este material con el propósito de ser ingeridas por el espectador. Al momento de introducirse en la boca, la esfera se desintegra, libera el olor y viaja a través de la faringe hasta el bulbo olfativo, que tiene dos conexiones directas a con á reas del cerebro fuertemente implicadas con las emociones y la memoria, que además no se activan de forma tan inmediata con información visual, auditiva o táctil: la amígdala y el hipotálamo. Al finalizar la experiencia, se le pide a cada espectador compartir esa memoria que generó el aroma y se produce un registro vivo de la pieza.
Pieza comisionada por ivan edeza para la muestra ” sinestencia olfativa” CDMX
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